Entre los numerosos dones que la Virgen María en su advocación de Guadalupe ha dado a México, está el hecho de que, en ninguna otra aparición en la historia, la Santísima Señora ha caminado sobre el suelo de ninguna nación.
Comprobaremos esto al analizar sus más importantes apariciones.
La primera aparición, aún en vida de María fue al apóstol Santiago en Zaragoza, España, para indicarle que terminara de evangelizar esas tierras y regresara a Jerusalén. Como vemos en este magnífico lienzo que se encuentra en el Sagrario de la catedral de Puebla, la Señora se aparece encima de un pilar de mármol, mismo que es objeto de gran devoción en su santuario de la llamada Virgen del Pilar. A sus pies, de hinojos el apóstol y sus discípulos junto al río Ebro.
En aparición a Santa Catarina Laboure en París en 1830 en la que instituye la devoción de la Medalla Milagrosa, la Virgen se le aparece sentada en una silla del presbiterio de la iglesia del convento de las religiosas. Ahí dicta a la vidente las instrucciones para elaborar la bendita medalla. En esta fotografía del altar mayor del templo observamos la silla que ocupó Nuestra Señora. A los lados del altar están los restos de Santa Catarina y el corazón de San Vicente de Paul. Esta aparición es la primera reconocida por la Iglesia después de la de la Guadalupana, casi 200 años después.
Nuestra Señora de Lourdes se manifiesta ante Santa Bernardita Souvirus en lo alto de una gruta en el año de 1858 en varias apariciones y desde ese lugar, instruye a la campesina para que escarbe con sus manos el pozo de aguas milagrosas en el que dará alivio a enfermos de cuerpo y alma. El santuario de Lourdes es uno de los más visitados del mundo y lugar de innumerables milagros. Una estatua de la Virgen hecha según la descripción de Bernardita se encuentra en el lugar de las apariciones. El cuerpo de la vidente permanece incorrupto en un estado de conservación increíble.
Ya en el siglo XX la Augusta Señora se aparece en Fátima, Portugal en 1917 a los humildes pastorcitos, Lucia, Francisco y Jacinta. Esta aparición, una de las más conocidas por las tremendas profecías que hace la Virgen durante sus nueve manifestaciones mensuales, siempre en alto, en la copa de un árbol y como apoyada en nubes. La petición de Nuestra Madre del rezo del rosario que hace a los videntes para la salvación del mundo y la contención de la ira del Creador, perdura fuertemente hasta nuestros días.
Podríamos seguir analizando las demás apariciones reconocidas por la iglesia, y veríamos que en todas ellas María aparece siempre en alto, posada en un promontorio o simplemente levitando entre nubes, pero NUNCA camina sobre el suelo.
La Guadalupana en cambio, desde su primera aparición, pisa el suelo mexicano, transformándolo, según el Nican Mopohua en un destello de colores y piedras preciosas. Pero si esto fuera poco, en la cuarta aparición, cuando Juan Diego da la vuelta al Tepeyac para evitar su encuentro, la Virgen desciende del cerro caminando hasta encontrar al bendito Macehualt y ordenándole subir a recoger las rosas en la cumbre, pronuncia las dulcísimas palabras “¿ No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás en mi regazo? ¿Qué más has de menester?
Pero hay más, la Milagrosa Tilma nos muestra claramente que la Virgen tiene doblada la rodilla izquierda en actitud de caminar hacia nosotros, de abrazarnos y acogernos en su santo regazo.
Ojalá los mexicanos entendamos este enorme privilegio que nos ha hecho la Madre de Dios, al bendecir con las plantas de sus pies esta tierra y seamos capaces de responder a la gran responsabilidad que nos dejó Juan Pablo II de encabezar el “Continente de la Esperanza” al reencuentro con nuestras raíces cristianas.